Equipos apasionados, equipos deprimidos… un nudo en el estómago al ir a trabajar o por el contrario, acudir con entusiasmo.
Una empresa responsable debe plantearse que es necesario saber gestionar los sentimientos de sus profesionales. Es uno de los conceptos más “intangible”, pero que al final, se refleja en la cuenta de resultados.
Últimamente se debate mucho sobre la relevancia de las emociones y los sentimientos en las organizaciones. Sabemos que influyen tanto en el desempeño del profesional, como en el rendimiento de los equipos, condicionando los resultados de las organizaciones. Se habla de empresas que sienten, de empresas tristes, deprimidas o estresadas, empresas alegres, ágiles, simpáticas, etc.
Al igual que las personas, los equipos piensan, quieren y sienten. Sus resultados no solo dependen de su conocimiento y su compromiso, también dependen de su emoción y su sentir. Los sentimientos y estados emocionales impulsan o limitan poderosamente las posibilidades de un equipo.
Pero los equipos son en gran medida reflejo de sus líderes. Daniel Golemán, experto en inteligencia emocional, dice que un directivo depende en un 90% de sus emociones y asegura que su correcta gestión influye más en el éxito o resultado que las capacidades intelectuales.
Seguro que todos durante nuestra vida profesional hemos conocido a muchos y variados directivos. A algunos seguro que los llevamos siempre en la memoria y a otros en nuestro corazón.
El líder auténtico aprende de sus errores, transmite ilusión, emociona, es íntegro, confía y hace realidad una visión.
El estado emocional de un equipo influye en su desempeño diario. El significado del liderazgo a su vez, esta íntimamente relacionado con el logro de resultados. Parece lógico pues, aspirar a gestionar las emociones colectivas. Y esto, nada tiene que ver con manipular sentimientos.
Ha nacido una nueva medicina para el éxito: la medicina de las emociones.
Publicado revista Calidad