Nuevas aplicaciones proponen comprar muy barata la comida que sobra en los establecimientos o regalar las cosas que ya no se usan para romper el círculo del consumismo
Guillermo y Alexandra recogen los packs con sobras de la pizzería Slais de Madrid compradas a través de la ‘app’ Too Good To Go. David G. Folgueiras
Comprar la comida que sobra al final del día en restaurantes y tiendas, ahorrar dinero —se vende a un tercio de su precio— y evitar el desperdicio de alimentos. Esta es la idea tras Too good to go (algo así como «demasiado bueno para tirarlo»), una aplicación para móviles que conecta a establecimientos con usuarios y que en un año se han descargado un millón de personas en España. Gratix, que se acaba de lanzar, es otra app que propone regalar las cosas que no se utilizan y pedir objetos que otra gente ya no quiere para intentar que no acaben en la basura. Estas nuevas aplicaciones pretenden impulsar la economía circular, romper el bucle del consumismo y reducir los residuos, que contribuyen al calentamiento global.
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Según la ONU, alrededor de un tercio de los productos alimentarios acaba en la basura. Un informe del Ministerio de Agricultura cifra en más de 1,2 millones de toneladas los alimentos desperdiciados en España en 2016 (últimos datos disponibles). De hecho, el director general de la Industria Alimentaria, José Miguel Herrero, participó este jueves en la cumbre del clima en un foro sobre desperdicio y cambio climático, donde subrayó la importancia de incrementar el conocimiento sobre el desperdicio y sensibilizar a los ciudadanos ante este problema. Herrero señaló que la lucha contra las pérdidas de alimentos es una de las prioridades del ministerio.
«Saber que estamos tirando tanta comida y que nos estamos cargando el planeta me duele. No nos queda otra que hacer algo y pedir la comida que sobra en los restaurantes es una opción», explica Judith Roma, barcelonesa de 26 años, que hace unos meses se animó a probar To good to go y ahora es asidua. «La primera vez pedí un pack de sushi que valía como 30 euros y al recogerlo al final nos cobraron solo 9. También he comprado sobras de panaderías y fruterías», explica.
Oriol Reull, responsable de la app en España, señala que este movimiento que lucha contra el desperdicio de alimentos surgió hace tres años en Dinamarca y ya está presente en 14 países. «La aplicación móvil conecta todo tipo de establecimientos —una cafetería, un restaurante, un supermercado, una frutería y hasta un hotel— que quieran dar salida al excedente que tienen diariamente —siempre en perfecto estado— con usuarios que van a salvar la comida con un precio mucho más bajo y con la condición de ir a recogerla al establecimiento a la hora de cierre», explica Reull. Puede ser a mediodía, por la tarde o bien entrada la noche.
«El establecimiento gana porque no tira comida, mientras que el usuario compra productos de calidad a un precio más barato, generalmente a un tercio de lo que suelen costar. Y gana el planeta, porque tirar comida es uno de los principales emisores de dióxido de carbono (CO2) a nivel mundial”, continúa. «De hecho, si fuera un país, el desperdicio sería el tercer país que más CO2 emite, solo por detrás de EE UU y China. Si cambiamos nuestros hábitos de consumo, podemos frenar drásticamente las emisiones a la atmósfera», añade.
Por ahora, se han sumado 2.000 establecimientos en 20 ciudades y han conseguido salvar 500.000 packs de comida del desperdicio. La media de edad de los usuarios es de 20 a 40 años. En esa horquilla se encuentra Alexandra, de 31 años, que se acerca a recoger un pack con tres trozos de pizza y una bebida a la pizzería Slais de Madrid sobre la medianoche. Vale 9,80 euros, pero al final de la jornada se vende por 3,25. «Uso la app porque es una manera de no desperdiciar comida, y además la comida es mucho más barata», dice. Guillermo, también de 31 años, recoge otro de los packs. «Es una manera de darle un uso a la comida que de otra manera se va a la basura», cuenta.
Alejandro, Giancarlo y Víctor, trabajadores de la pizzería Slais de Malasaña. David G. Folgueiras
Giancarlo Cuevas es el propietario de la pizzería, situada en Malasaña. «Nos daba mucho dolor tirar la comida y no siempre es fácil regalarla, porque acabamos muy tarde. Hace dos meses encontramos esta solución y desde entonces hemos disminuido lo que tiramos. Además, mantenemos las pizzas frescas», señala Cuevas. «El desperdicio que tiene la mayoría de los restaurantes es importante, porque nunca sabes cuánto vas a vender. Este tipo de soluciones es fundamental para cuidar el medio ambiente, porque estás evitando residuos y de paso estás dando una alternativa más barata para gente que a lo mejor no puede pagar el precio normal», añade.
Regalar lo que no se usa
Hace pocos meses se puso en marcha Gratix, una especie de Wallapop donde los objetos no tienen precio, sino que se regalan. «Es una app que permite regalar lo que tienes y cuando necesites algo, pedirlo y que te lo regalen. Muchas veces lo que yo voy a comprar lo tiene mi vecino y no lo utiliza», dice José María García, creador de la aplicación. «Muchas veces compramos de forma compulsiva productos que no necesitamos. Miramos el precio bajo y no lo que hay detrás de ese producto. Nosotros queremos cambiar el patrón de consumo reutilizando y evitar que las cosas acaben en la basura», comenta. «Gratix se apoya en el concepto de karma, cuantos más regalos hagas, más puedes pedir. Es como un trueque entre todos. Y permite tener un historial vinculado a lo que has regalado».
Pantallazo de la web de Gratix.
Ana Jaime, de 26 años, se ha convertido en una asidua de la app. En su caso, ha regalado mucha ropa que ya no usaba, y material para estudiar, pero también ha pedido deseos. «Necesitaba lámparas para la mesilla de noche y un hombre me regaló las dos. También me han dado un soporte para mis dos pantallas de ordenador», explica. Todo está en buen estado. «Me han dado varios juegos de mesa que están tan nuevos que incluso pueden servir como regalo de Navidad», señala. «Antes compraba cosas cuando las necesitaba, pero ahora creo que es mejor que las cosas circulen entre todos. Para reducir la contaminación hay que pensar de otra forma».
Una utopía alimentaria
La jornada del jueves de la COP25 acogió varias charlas sobre alimentación y cambio climático. En una de ellas coincidieron Oriol Reull, de To good to go, y Jesús Pagán, de Foodtopia, un proyecto que busca la utopía alimentaria de preparar comida barata y sin residuos para luchar contra el calentamiento global. «Cada semana en Foodtopía fabricamos unos 20.000 platos sin emitir ningún tipo de residuos. Un menú de Foodtopia está en seis euros, incluyendo comida, desayuno, merienda y cena». ¿Y cómo se logra? «Usamos productos de proximidad y ecológicos, disminuimos el impacto energético de la dieta, no usamos plásticos y además trabajamos con tiendas que tienen un sistema cooperativo para distribuir los platos. La persona que quiera comprar esta comida, eso sí, debe llevar sus propios recipientes.
La iniciativa surgió hace un año y ya da empleo a unas 60 personas, la mayoría en Murcia pero han comenzado a extenderse por otras provincias. «El sistema alimentario es responsable del 54% de las emisiones del calentamiento global, consume el 70% de agua dulce y ocupa el 40% de la superficie del planeta. No es posible evolucionar contra el cambio climático si primero no arreglamos el sistema alimentario», dice Pagán.
Ana Sánchez
Experta en Transformación y Gestión del cambio
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