Son muchas las voces que, desde hace años y con mayor fuerza desde la crisis de 2008, evidencian la necesidad de transformar el modelo productivo español para hacerlo más competitivo. La realidad de esta crisis y sus efectos negativos en nuestra economía ponen de manifiesto que no se ha conseguido, pese a que sabemos que una crisis es un potente motor para el cambio. Es necesario aprovecharla, fijar un plan a medio y largo plazo, y, lo más importante, llevarlo a cabo. No podemos volver a dejarlo pasar y para ello necesitamos creatividad e innovación. Pero ambas suponen esfuerzos… ¿Seremos capaces?
Para generar nuevas ideas que nos lleven a hacer las cosas de forma diferente, hemos de desarrollar nuevos esquemas mentales, nuevos procesos, nuevas actitudes. Es decir, potenciar y utilizar la creatividad. Y también innovar, pues para convertir esas ideas en algo relevantemente diferencial y rentable hemos de asumir riesgos, renunciando a modelos que nos siguen funcionando, pero no al nivel que necesitamos. Habrá que evitar las medias tintas y el café para todos y tomar decisiones complejas y difíciles, algo que a nadie le gusta hacer. En ambos casos porque se requiere colaboración.
La creatividad es menor sin diversidad, sin inteligencia colectiva, sin puntos de vista diferentes. Por su parte, la innovación es muy difícil sin el concurso de diversos actores públicos y privados y sin una sociedad más cercana a ésta que constituya la masa crítica necesaria para producir el cambio.
Aunque los españoles somos creativos como individuos, no demostramos que seamos innovadores como sociedad. Nos falta confianza, nos sobran las excusas y nos puede la monotonía y, en ocasiones, la negatividad. Y, lo más importante, nos falta un foco común sobre el que construir.
… Y entonces, ¿Qué nos falta?
Desde nuestra dilatada experiencia en el ámbito de la creatividad y la innovación queremos aportar algunas ideas para no cometer los errores del pasado, sabiendo que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Por ello, pensamos que “hay que”:
- Invertir en innovación y ello supone invertir en innovadores e innovadoras, porque ellos son los que la generan. Aquellos países que llevan apostando por el talento desde hace años han mejorado sus resultados en innovación. Las universidades, los centros de investigación y otros referentes son estratégicos y deben ser modernizados y refinanciados.Estamos viviendo algo que nos recuerda a la carrera espacial y que marcará los próximos años. El país que no invierta en talento no podrá ser innovador.
- Apostar por grandes proyectos estratégicos que perduren en las empresas e instituciones durante añospara que realmente se genere esa transformación tan deseada. El cortoplacismo, la falta de consenso y la penalización al riesgo son incompatibles con los procesos creativos e innovadores realmente transformadores. En ese sentido, la inversión pública debe destinarse a proyectos que aporten innovación y generación de valor económico, social y medioambiental a largo plazo. Proyectos ambiciosos y transformadores que miren más allá de las fronteras y que terminen con el “café para todos”. Los 140.000 millones que recibirá España de la UE se pueden invertir en Educación, Ciencia, Innovación o en prolongar la vida de empresas zombis, hacer rotondas o edificios emblemáticos sin ningún contenido, de los que está plagada nuestra geografía.
- Comunicar hacia dentro y hacia fuera.Hacia dentro, para que la creatividad y la innovación se respiren en los pueblos y en las ciudades, porque la base de la innovación debe ser social, involucrando a la ciudadanía a la hora de generar valor. Nuestro país está lleno de personas creativas e innovadoras. Hay que sacar el talento a la luz para que dé lugar a soluciones naturales y cercanas. Hacia fuera, porque no solo hay que ser creativo e innovador, sino parecerlo e, incluso en las ocasiones en que lo somos, ponerlo en valor. Y muchas veces no lo hemos hecho. El modelo europeo de creatividad e innovación no puede perder un elemento tan diferencial como el español, creámoslo y hagamos que los demás lo crean.
- Introducir la creatividad y la innovación en nuestras aulas. No podremos pedir profesionales y empresarios creativos e innovadores si no lo han vivido en sus aulas escolares y universitarias. Como afirmaba el recientemente fallecido experto en creatividad Ken Robinson “La creatividad es tan importante en educación como la alfabetización, y por eso debemos tratarla con la misma importancia.” En ese sentido, hay que formar a los formadores e incorporar objetivos en el currículo, en todas las materias, para que la creatividad y la innovación se vivan. Porque solo se desea lo que se ve y, es evidente que nuestro sistema educativo no prepara para el desarrollo en este sentido.
- Apoyar e impulsar todo tipo de innovación y no solo la tecnológica. La innovación en procesos, en marketing, en generación de redes y relaciones, etcétera, no puede dejarse de lado. No solo por su importancia, sino porque en muchas ocasiones una no puede existir sin la otra y porque, en un país de Pymes, altamente focalizado en el sector servicios, esta puede tener especial relevancia. Muchas empresas surgen de una creatividad espontánea que puede cobrar una enorme fuerza si puede canalizarse, estandarizarse y reproducirseen un negocio, posibilitando no solo su supervivencia a corto plazo, sino también su ventaja competitiva a medio plazo.
Ana Sánchez
Experta en Transformación y Gestión del cambio
Mentoring | Formación | Ponencias