Es improbable que se cumplan los ODS para 2030, pero, si las corporaciones reimaginan y profundizan su impacto comunitario, podemos lograr grandes avances hacia el desarrollo sostenible. En estos procesos será clave el apoyo a las pequeñas y medianas empresas que, tanto en los países en vías de desarrollo como en los desarrollados, generan empleo e impulsan el crecimiento de los ingresos y la reducción de la pobreza. En las economías emergentes, las pequeñas y medianas empresas (pymes) generan siete de cada diez puestos de trabajo. Las pymes formales aportan hasta el 40% del producto interior bruto (PIB), aunque el número es mucho mayor si incluimos además a las informales.
Las pymes lideradas por mujeres tienen un papel especialmente importante. Las empresas como Koolboks, en Nigeria, y Hoa Nang, en Vietnam, contratan a jóvenes con talento, contribuyen a reducir las disparidades de género y reinvierten en sus comunidades la riqueza que generan.
Este tipo de empresas son la columna vertebral del desarrollo sostenible y resiliente. Están arraigadas en las comunidades y ofrecen amplias oportunidades de conexión con las cadenas de valor mundiales. Con la adquisición de talento y el diseño de soluciones innovadoras para los problemas existentes, aquellas que empiezan de a poco pueden crecer y convertirse en actores económicos dinámicos e influyentes que generen más riqueza para las comunidades, especialmente mediante mejores oportunidades de empleo para más trabajadores.
Vale la pena notar aquí que se estima que harán falta 500 millones de puestos de trabajo para 2030 para absorber el crecimiento de la fuerza de trabajo mundial. Pero, para crear esa cantidad de empleos, las pymes requieren capital para crecer y aumentar su resiliencia. En la situación actual, suelen enfrentar dificultades para acceder a la financiación.
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Ana Sánchez
Experta en Transformación y Gestión del cambio
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