El Foro Económico Mundial asegura que ‘la automatización suplantará alrededor de 85 millones de empleos antes de 2025’. También asegura que, si se tiene en cuenta de manera estratégica, no deberíamos temerlo pues en ese análisis anticipa que la futura economía impulsada por la tecnología podría crear a su vez 97 millones de nuevos empleos. El problema será que falte esa previsión estratégica. De hecho, esa implementación correcta de la tecnología no será igual en todas partes ni afectará igual a los modelos productivos de cada país.
Actualmente, el 30% de todas las tareas las realizan máquinas y las personas hacen el resto. Sin embargo, en 2025, ese equilibrio cambiará drásticamente a una combinación de un 50% para humanos y dispositivos tecnológicos. Algo que puede ser bueno si se comprende en su justa dimensión y se prevé estratégicamente puede convertirse en un barrizal si no se actúa previamente. Un aumento en la automatización puede ser bueno para los trabajadores formados y puede ayudar a estimular la economía. Se ha demostrado que las nuevas tecnologías tienden a dejar atrás a los trabajadores con salarios bajos
Durante la crisis no veremos que esto se acelere, pero en una hipotética recuperación, la cosa cambia. La inteligencia artificial no es capaz de causar oleadas masivas de despidos, sino que la configuración de la nueva economía automatizada requiere mucho dinero, tiempo y recursos, algo que muchas empresas no tienen durante una crisis. Pero sí inmediatamente después. Para ver cómo afectará todo esto al trabajo del futuro, utilizaré un estudio de Randstad Research que asegura que la mitad de los empleos que tenemos ahora mismo en España se automatizan a lo largo de esta década.
Uno de cada cinco empleos tiene una alta probabilidad de ser realizado por un robot y un 30 por ciento más tienen una probabilidad significativa de ser ocupados por una máquina autónoma. Lo cierto es que de la misma manera que los trabajos de hoy en día no tienen nada que ver con los de hace dos o tres décadas, los que tendremos en unos años probablemente sean distintos a los que estamos viendo ahora mismo.
Concretamente en el caso de España, un 52 por ciento de los puestos de trabajo podrían automatizar a lo largo de los próximos años, lo cual no significa que se vayan a destruir empleos, sino que se sustituirán por otros nuevos. Esto es algo que empieza a ser un discurso oficial y habría que ir con cuidado porque esa sustitución no es algo automático. Se produce siempre y cuando tengas una hoja de ruta para amortiguarlo.
Lo que es cierto es que hay dos estimaciones apuntalan esta tendencia. La OCDE calcula que el 65 por ciento de los niños terminará trabajando de algo que ahora mismo no existe. El Foro Económico Mundial apunta que a partir de 2022 surgirán 133 millones de empleos nuevos. Es evidente que cambiarán las cualidades más demandadas por los empleadores. Será importante, por supuesto, tener conocimientos digitales en el ámbito tecnológico, pero también otras competencias (las soft skills o habilidades blandas). Se suelen enumerar algunas: el pensamiento crítico, la inteligencia emocional, la creatividad…
Muchos son los retos, los desafíos. Por ejemplo, el ‘modelo de empleo’. A lo largo de esta década se prevé que se mantenga la tendencia incremental de la flexibilidad laboral, es decir, la temporalidad, que en el caso de España afecta a uno de cada cuatro trabajadores. 10 puntos más que la media de la Unión Europea. El informe que he comentado y los estudios de las instituciones que te apuntaba hablan de la percepción de una automatización cada vez más profunda de todo. Pero esa percepción la tiene mucha gente. Hazte la pregunta ¿tu puesto de trabajo es robotizable ahora? ¿Y en cinco años? ¿A qué te vas a dedicar cuando eso pase? ¿Cuáles serán tus funciones? ¿En qué vas a formarte para afrontarlo?
La percepción que tienen los trabajadores, según estos informes, también es parecida. De hecho, muchos españoles creen que sus actuales puestos de trabajo hay muchas tareas que podrían hacer perfectamente un robot en el presente. Un 45 por ciento de 2500 españoles encuestados dijo que su trabajo lo hará un robot antes de 10 años. ¿Qué hacemos pues? Prepararnos y rápido. Rápido porque nos va el futuro en ello y la posibilidad de amortiguar las dificultades que tiene toda transición tecnológica en lo laboral.
Resulta que España, por ejemplo, ha empezado a acelerar en este sentido. Fijaros, a día de hoy España ya está entre los países del mundo con más robots trabajando, según los últimos datos de la Federación Internacional de Robótica. Estamos lejos de Singapur, de Corea del Sur y de Japón, que son quienes lideran este ranking, pero ocupamos el décimo tercer lugar en esa clasificación. En los últimos cinco años, de hecho, hemos pasado de 70 robots por cada 10 mil trabajadores a 113. En tan solo cinco años.
¿Dónde está el problema? En hacerlo mal. En Corea del Sur, en Japón o en Singapur no hay paro. Son líderes en implementación robótica sustituyendo tareas humanas y no hay paro. Básicamente porque lo han hecho bien. Han sido estratégicos. A mayor robotización, mayor eficiencia y a mayor eficiencia mayor productividad y, ésta, genera empleo. Lo que pasa que no lo genera donde antes lo hacía. Por eso, paradójicamente, que haya más robots asumiendo trabajos que ahora hacemos los humanos no tiene porqué suponer un aumento del paro. De hecho, eso es lo que dicen los expertos y los mismos informes que apuntan a que cada vez habrá más robots.
Los expertos añaden que se crearán más empleos en otras funciones que ahora no existen, pero hay varios puntos interesantes al respecto:
¿Qué empleos están en riesgo de caminar este proceso en estos próximos años?
Estamos hablando de aquellos empleos que son más rutinarios, de menos valor añadido, que incorporan menos elementos de creatividad, por ejemplo. En definitiva, estamos ante algo que no es nuevo. Nos lo podíamos imaginar, pero poco a poco se está convirtiendo en una realidad. La aparente contradicción sobre el hecho de robotizar y generar empleo la tenemos que analizar a dos tiempos distintos. De ahí que sea muy importante medir esa transición o nos haremos mucho daño.
Ana Sánchez
Experta en Transformación y Gestión del cambio
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