La filosofía Agile nació como una metodología para el desarrollo de proyectos, con el objetivo de adaptar los mismos a las necesidades de rapidez y flexibilidad que demandaba una economía globalizada e hiper-comunicada. Así, la forma de trabajar tradicional, jerárquica y compartimentada en silos, quedaba en muchos aspectos, obsoleta, incapaz de adaptarse a las exigencias de los clientes.
Somos conscientes que la filosofía Agile supone todo un cambio de paradigma en la organización del trabajo y que, para muchas empresas, es difícil dar el salto. Sin embargo, creemos fundamental conocer las ventajas de esta metodología para, como mínimo, pararse a reflexionar sobre cómo podría mejorar la productividad y los resultados de la compañía.
Lo primero que hay que saber es en qué consiste esta forma de trabajar. En principio, se trata de “partir” cada proyecto en pequeños mini-proyectos, que deben completarse y entregarse en pocas semanas, de forma que hay un proceso continuo de mejora, planificación, creación y comprobación del resultado. Pero esto tiene además, otras implicaciones: los equipos son multidisciplinares y auto-organizados, y además el cliente puede integrarse en ellos. La comunicación es directa y transparente, y el liderazgo se ejerce de forma horizontal, sin necesidad de recurrir a órdenes ni presiones adicionales.
Las ventajas de esta metodología de trabajo son numerosas. Para empezar, está diseñada para responder realmente a las necesidades de los clientes, incluyendo a este en los equipos de trabajo y priorizando aquellos aspectos que influyen en su satisfacción. En una época en la que todos los líderes se enorgullecen de hablar de empresas centradas en el cliente, la filosofía Agile permite hacerlo realidad.
Para continuar, da prioridad a la detección y retención del talento. Los mejores profesionales se sentirán mucho más motivados en un equipo de estas características, en el que todos trabajan juntos por el cumplimiento de los objetivos, y en el que hay espacio para innovar, para la creatividad y para seguir formándose y aplicando lo aprendido en el día a día. Además, cuentan con la confianza y el apoyo de la directiva, que escucha sus propuestas y establece una comunicación de igual a igual. Por último, no hay que olvidar que este tipo de forma de trabajar da preferencia a aquellos trabajadores que, además de las competencias profesionales técnicas, cuentan con habilidades blandas de inteligencia emocional, que repercuten en la cohesión del equipo y su capacidad para colaborar.
Otra cuestión clave tiene que ver con la flexibilidad y adaptación al cambio, que aportan una ventaja competitiva innegable en la actualidad. Esto se traslada también a la cultura corporativa, lo que hace de la filosofía Agile una parte importante de la identidad de la empresa. Para lograrlo, no hay fórmulas fijas, si no que cada compañía ha de buscar aquella organización del trabajo, y de las tareas diarias, que les permita cumplir con sus objetivos empresariales. Y deben estar además siempre abiertos a replantearse aquellas cuestiones que pueden optimizarse.
Para que el trabajo por proyectos funcione realmente, hay algunos roles que no pueden faltar. Es el caso del Agile Coach (encargado de acercar la filosofía Agile a todas las áreas y trabajadores de la empresa), el líder técnico (punto de apoyo para desarrollar las tecnologías IT que precisa el equipo), el líder empresarial (quien aporta la visión estratégica del negocio en su conjunto) o el Scrum master (cuya misión es mejorar las reuniones y el flujo de trabajo).
Ana Sánchez
Experta en Transformación y Gestión del cambio
Mentoring | Formación | Ponencias